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LA MAGIA DE LA NAVIDAD

Por Andrea B. (4º de Primaria)

 

Había una vez unos niños llamados Raúl, Andrea, Rubén y Paula, que vivían en la montaña. La casa en la que vivían era de siete pisos. La Navidad estaba cerca y, como no, la magia navideña. Todas las calles estaban iluminadas con los belenes.las lucesl llenas de magia y la ilusión de la Navidad. Ellos salieron a buscar un árbol para preparar la Navidad y su casa. Empezaron a buscar por  el bosque, sin darse cuenta se hizo de noche, se asustaron mucho porque no sabían volver a casa.

Cuando estaban desolados, de repente vieron una luz brillar a lo lejos, no se lo podían creer. Era Papá Noel que se acercaba con sus renos. Sus caras se llenaron de alegría, Papá Noel les preguntó:

-¿Queréis ayudarme a repartir los regalos? Luego os llevaré a casa.

Ellos contestaron como locos:

-¡Sí!

Vivieron la noche más mágica de sus vidas. Nunca podrían olvidar esta Navidad

DOS NIÑOS AMIGOS

Por Carlos PAlacios (4º de Primaria)

Había una vez, un niño llamado José, de nueve años, que fue al bosque a buscar leña para calentarse él y su familia, De repente, se encontró a una niña llamada María, que tenía de todo y la invitó a su casa.

Estuvieron merendando y cantando villancicos. A María le gustó mucho porque no lo solía hacer, por eso al día siguiente, que era Nopchebuena, le llevó turrones para su familia.

Siempre hay niños buenos en el mundo

EL PERRO Y EL GATO

 

Por Carolina Bezos (2º de Primaria)

Érase una vez un perro que vivía en un callejón con un gato. Pero había un problema. Al gato no le gustaba vivir con el perro. Todos los días el gato salía por la mañana a dar un paseo por el callejón. Un día, cuando el gato estaba dando su paseo, apareció una perrita muy guapa. ¡Y en ese instante, apareció el perro! Y dijo: Hola, y la perrita se asombró. Y los dos se enamoraron y se casaron. Y al cabo de unos años tuvieron dos hijas que se llamaban Rita y Perla.

LA EDAD DE PIEDRA

Por Eloy Alonso (2º de Primaria)

Hace 200 años, los primeros hombres fueron los cavernícolas, y a mí me han contado una historia sobre ellos. Te la contaré.

Hace mucho un hobre fue a cazar y se encontró con más hombres y mujeres y se fueron a vivir a una caverna y se pusieron a contar su cacería, y mientras, las mujeres comían.

Transcurrido un siglo, sus hijos no vivían en cavernas, vivían en tiendas hechas con pieles de mamut y colmillos, y tenían una vida muy difícil por delante.

UNA NAVIDAD PARA PERLITA

Por María Izquierdo (4º de Primaria)

Perlita y sus hermanos eran unos gatitos que vivían en el interior de un viejo baúl.

Un día, Perlita, que era la mayor de todos salió en busca de comida, para alimentar a sus hermanos, que llevaban dos día sin probar bocado. Aquellamisma noche los gatitos habían pedido un deseo a una estrella fugaz. Querías que Papá Noel les regalara un hogar donde poder vivir, en el que no faltaran niños para jugar y leche para beber. Pero cuando Perlita volvía triste de buscar algo de comida, descubrió que el baúl había desaparecido.

Desesperada, empezó a maullar, esperando que alguien le ayudara a encontrar a sus hermanos, pero todo fue inútil, todo el mundo estaba demasiado ocupado preparando la cena de Nochebuena, y la pobre gatita se quería morir de pena.

Empezó a oscurecer, y Perlita tenía que buscar un lugar para pasar aquella noche tan fría.Cuando Perlita había perdido topda esperanza de encontrar a sus hermanitos, apareció un viejecito que la cogió en sus brazos y la llevó a casa.La pobre gatita tenía hambre y frío, y no se resistió a ir con el viejecito.

Pasó una noche caliente, sin habre, pero muy triste porque le faltaba lo más importante, sobre todo en Navidad, la familia.

Aquella misma mañana, el anciano que la había recogido por la noche apareció otra vez. Cogió a Perlita, la lavó, la cepilló y la metió dentro de una cesta muy grande, con un gran lazo rojo.

Al cabo de un rato, Perlita empezó a oír maullar a sus hermanos, pero no podía verlos. Era imposible, estaban en la misma habitación pero no podía verles. De pronto, alguien cogió la cesta en la que estab Perlita y la subió a un trineo. Cuando quiso darse cuenta estaba debajo de un gran árbol de Navidad junto a sus hermanitos. Perlita y sus hermanitos se habían convertido en el regalo de Navidad de Cristina, PAblo y David.

Ese día fue el más feliz para todos, ya que se habían cumplido los deseos de todos. Los tres hermanos deseaban un gatito, y ahora tenían uno cada uno, y Perlita y sus hermanos tenían un hogar.

 

EL DIA DE NAVIDAD (ERIKA - 3º)

El cuento que vais a leer, ha sido elaborado entre todos los niños y niñas de tercero de primaria. Ellos y ellas han decidido los personajes, sus nombres y carácter.

Cada uno ha escrito un cuento con ellos y el de EriKa ha sido el elegido para colgarlo aquí.

 

Esperamos que os guste

Un día Gabriela estaba haciendo un muñeco de nieve, con Roberto, su vecino.

- ¿Has acabado de recoger tu habitación?-, preguntó Roberto.

- Si, la he dejado como nueva, ¿Y tú, has ayudado a tu abuela?- Le contestó Gabriela.

- Yo he traído botones, escoba, gorro y bufanda, para hacer el muñeco de nieve, pero no tenía zanahorias....

- No te preocupes- , le dijo Gabriela, -yo si he traído de la huerta de mis padres-.

 

Mientras, en la otra acera,  Claudia y Jesús piensan cómo estropearles el muñeco; cuando al final se deciden, cruzan la calle y le quitan la cabeza, después echan a correr antes de que les pillen.

Cuando a Roberto y Gabriela se les pasa el enfado, vuelven a construir el muñeco y a colocarle entre los dos la zanahoria.

 

De repente se escucha un murmullo:

- Gracias por ponerme la nariz-

Los dos amigos dicen muy sorprendidos: ¡Pero hablas!????

- Si, seguro que me ha dado vida el Unicornio Mágico que da vida al mejor muñeco de toda la Navidad-.

 

Un conejo que pasaba por allí, se puso delante del muñeco y le dijo: -¡dame tu nariz que es mía!-

- ¡No!, dice el muñeco, ¡es mía!-

Al ver que el muñeco habla, el conejo se marcha corriendo asustado.

 

Jesús arrepentido, vuelve a pedir perdón a Gabriela y Roberto y entonces se hacen amigos.

Como Gabriela tiene que decorar el árbol del patio,  pide ayuda a sus amigos. - ¿Queréis ayudarme? -

-         ¡Vale!-  dicen Jesús y Roberto y entran en la casa a por .los adornos.

Mientras el árbol, que se ha quedado solo en el patio, le dice a una flor: -adórname que estoy muy soso- y a una farola le dice:

-alúmbrame que estoy muy apagado-

 

Salen los niños de la casa con los adornos y Gabriela coge un muñeco y le coloca a los pies del árbol y explica a sus amigos: - es el primer regalo que me trajeron los Reyes Magos-.

 

Juntos pasaron la tarde adornando el árbol y toda la Navidad estuvieron muy felices.

 

                                             Erika Ajenjo

 

El abuelo Zacarias

El abuelo Zacarias

Hay ciudades que sus calles susurran cuentos a los que por ellas pasan, no todos los pueden escuchar, hay que pasear en silencio...

Una de estas calles susurraba un cuento de Navidad que había ocurrido no muy lejos de allí, en los Alpes, en un pueblecito llamado Zermat. En este lugar vivía desde que había nacido hace... ochenta y seis años, un anciano al que todo el mundo conocía bajo el nombre del abuelo Zacarías”, que desde que tenía 7 años su única ocupación, su gran pasión eran sus ovejas, a las que diariamente sacaba a las montañas.

Ese invierno las nevadas se habían retrasado y apenas quedaba nieve en las cumbres.

El abuelo Zacarías, a pesar de la insistencia de sus vecinos para que vendiese las ovejas y dejase de salir al campo… “ que cualquier día le va a pasar a usted algo”…pero él seguía sin escuchar. Hacía dos años que había localizado en una madriguera a dos lobeznos muertos de frío y de hambre. A la madre loba la habían abatido a tiros unos cazadores, él los recogió sin decir nada a nadie, los crió y cuando estos empezaron a acompañarle con las ovejas, los vecinos se dieron cuenta que eran dos lobos. Los aullidos por la noche amedrentaban al pueblo.

Los animales eran simpáticos y cariñosos. Tantas fueron las protestas y amenazas de los vecinos, que el abuelo no tuvo más remedio que soltarlos en el bosque.

Muchas fueron las lágrimas que derramó el abuelo Zacarías el día que se despidió de ellos.

Las primeras nevadas unos días antes de Navidad empezaron a caer, pero eso no le importaba a Zacarías, que seguía saliendo con sus ovejas. Todos los atardeceres se le veían bajar la cuesta de la gran Mulette y llegar a su casa con las ovejas y sus dos perros.

El día de Navidad salió temprano, como todas las mañanas, hacía frío y había nevado. Llevaba a sus ovejas hacia un hayedo resguardado de la nieve donde todavía se podía ver un pequeño prado lleno hayucos. Al llegar allí, el abuelo Zacarías se sintió indispuesto, no se encontraba bien, se sentó bajo un haya y se dio cuenta de que no podía mover las piernas, se hacía tarde y antes de que entrase la noche, sus ovejas tenían que estar en el pueblo, si no, los lobos acabarían con ellas.

Con gestos y silbidos consiguió que sus dos perros bien amaestrados las condujesen  al pueblo.

Fue un vecino el que primero se dio cuenta que por la cuesta de la gran Mulette, bajaban dos perros y las ovejas, pero no el abuelo Zacarías. En seguida se organizó un revuelo en el pueblo, era el día de Nochebuena y empezaba a nevar.

Nadie se atrevió a salir a buscarlo. Lo harían a la mañana siguiente, dando por hecho que el frío y los lobos acabarían con él.

Mientras tanto y ya con la noche encima, el abuelo Zacarías recostado junto al árbol era consciente, porque ya les sentía , que los lobos hambrientos por un invierno duro, acabarían con él esa noche. Sacó su cuchillo de monte, pensando en defenderse, pero luego desechó la idea, él nunca había matado a ningún perro, ni a ningún lobo, los admiraba. Así que dio gracias por todos los años que había vivido y se dispuso a dejarse llevar, sentía su presencia, los ruidos del bosque y muy cerquita de su cabeza, el aliento y el olor a lobo. Esperaba de un momento a otro un mordisco certero en su cuello y después otros llegarían rápidamente. Cerró los ojos y sintió como una lengua áspera y caliente lamía su cuello, e inmediatamente otra, chupaba su cara y sus manos, eran los dos lobos que él había criado, ellos se habían convertido ahora en jefes de la manada.

A la mañana siguiente cuando los vecinos lo encontraron, se sorprendieron porque estaba en perfectas condiciones, había resistido el frío de la noche, protegido por el calor de sus dos amigos. A su alrededor montones de huellas de la manada. Los vecinos no podían entenderlo.

Unos meses después Zacarías Reinard (el abuelo), fallecía.

Dicen los vecinos de Zermat que el día de Navidad alrededor de su tumba aparecen multitud de huellas de lobo, pero nadie consigue oír ni ver nada…

Jesús CartónTodo bien

La Navidad para Pedro

La Navidad para Pedro

Gonzalo Jiménez Martín – 6º

 

En un 24 de diciembre como otro cualquiera, mientras todos los niños ayudaban en sus casas para la Nochebuena, Pedro, de 7 años de edad, pelo rubio, ojos negros como el azabache y unas piernas de alambre, trabajaba en la joyería de Don Manuel para ayudar con el mantenimiento de su casa.

 

Don Manuel era un joyero de mucho dinero y un carácter frío y solitario. También era un hombre sin familia, a quien solamente le importaba el dinero y miraba a Pedro como un simple trabajador, no como un niño.

Era Navidad y Pedro quería retirarse temprano del trabajo para comprar algunas cosas para la cena y ayudar a su mamá. Mirando por la ventana como algunos niños jugaban, Pedro escuchó un grito que le hizo temblar:

-¡Pedro!, -gritó Don Manuel.

-Si señor, -respondió él.

- ¿Qué haces mirando por la ventana? Aún no has terminado tu trabajo.

-¡Hoy es Navidad! hoy es el cumpleaños del Niño Jesús, hoy es un día muy especial - contestó  Pedro:

-¡Pues a mí no me importa! - ¿Crees que hoy vas a poder escaparte más temprano de tu trabajo? -replicó Don Manuel.

- Pero Don Manuel..., hoy quería comprar algunas cosas para la cena de Navidad - suplicó el niño.

-¿Para la cena de Navidad? - se burló el joyero -Tú lo único que quieres es escaparte más temprano. Hoy es un día común y corriente; mejor sigue trabajando si quieres mantener tu empleo.

-Sí, Don Manuel -contestó Pedro muy triste.

El niño continuó trabajando, con  lágrimas en los ojos. Su corazón estaba muy triste y angustiado y temía que Don Manuel no lo dejase pasar la Navidad junto a su familia.

Poco después, Don Manuel, inesperadamente, gritó tan fuerte que casi se le sale el corazón a Pedro.

-¡Pedro, Pedro ven! - gritaba el joyero sorprendido.

- Don Manuel -¿qué le pasa? - preguntó  Pedro que vio como Don Manuel se abrazaba a él.

-¡Has tenido una hermanita!

Pedro se quedo boquiabierto por la magnífica sorpresa.

-¡Eso es imposible! - gritó Pedro.

-¿Me estás tratando de mentiroso? - exclamó el anciano.

-No, Don Manuel, disculpe... no quise decir eso.

Don Manuel estaba dando saltos de alegría, pero en el fondo estaba triste porque él también quiso tener un hermano pero sus padres murieron en un accidente de coche cuando era pequeño. Don Manuel llamó al niño y le dijo:

-Pedro, ¿te importaría que hoy yo durmiera en tu casa para conocer a tu hermanita?

-¡Claro que puede dormir en mi casa porque donde caben 3 también caben 4!

Don Manuel no le quería confesar que estaba triste porque le vino a la cabeza la muerte de sus padres y no quería ir a casa solo. Además estaba emocionado por la respuesta de Pedro, ya que nunca lo invitaban.

Cuando llegaron a la casa de Pedro, Don Manuel se quedó muy impresionado porque en esa humilde casa había mucha alegría y generosidad.

Don Manuel sonrió como nunca lo había hecho, se dio cuenta que nunca había tenido una Navidad y ahora la compartía con una familia muy sencilla y amable.

Sus mejillas, rojizas y pálidas, se sonrojaron aún más y sobre ellas caían muchas lágrimas de la emoción y felicidad que sentía.

Al final de la noche, la hermana de Pedro que era gordita, con unos ojos verdes como dos vastos campos y una sonrisa picarona, se atrevió a darle un abrazo a Don Manuel.

Ese día Papa Noel trajo muchos regalos, para la recién nacida, para su hermano y para Don Manuel.

Cuento de Navidad ( Jorge Bucay)

Cuento de Navidad ( Jorge Bucay)

 

En una casa más o menos humilde de un país cualquiera vivía una familia compuesta por el matrimonio y sus dos hijos.
Juan el hijo mayor de 24 años, casi abogado y Priscila, la pequeña de apenas 4 añitos.
Al acercarse la navidad el padre había comprado un rollo de cinco metros de papel metalizado para poder envolver los regalos antes de ponerlos en el modesto arbolito, armado desde principios de diciembre en la entrada de la casa. El 23 en la noche, el hombre se decidió a empaquetar los regalos, más simbólicos que valiosos, para nochebuena. Qué desagradable sorpresa fue encontrar en el estante del ropero, el tubo de cartón donde venía enrollado el papel metalizado, desnudo de los cinco metros del costosísimo papel de envoltura.
El dinero era bastante escaso en la familia y posiblemente por eso, a pesar de lo avanzado de la hora el señor explotó de furia y mandó a llamar a su familia para ver quién había utilizado el papel que él compro para los regalos. La pequeña Priscila apareció con la cabeza gacha para decirle a su padre que ella lo había usado.
-¿Pero no te das cuenta que ese papel es muy caro y que tu papa tuvo que trabajar varios días para comprarlo. Podrías decirme para qué tontería usaste el papel metalizado? La niña salió corriendo y regresó con un paquete del tamaño de una caja de zapatos, envuelta con varias capas del costoso papel, ahora arrugado e inutilizable.
-¿No te dijo tu madre que no debes tocar las cosas de los mayores para tus juegos?. Como se te ocurre envolver esa caja con cinco metros de papel dorado??
- -Es un regalo de navidad, papá- dijo Priscila- para el arbolito.
-¿Y se puede saber para quien es este regalo tan valioso como para usar todo el rollo de papel en envolverlo?.
- ¿Y para quien va a ser?, para vos, papá.
El hombre se enterneció y abrazándola le pidió disculpas por los gritos. Como nos sucede a todos, con el regalo en las manos quiso saber qué contenía y le pidió a la pequeña permiso para abrirlo. Poco después el hombre volvía a explotar:
-Cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro. ¿Usaste ese papel para envolver una caja vacía?
A la pequeña se le llenaron de lágrimas los ojos y dijo: Es que la caja no está vacía, papá, yo soplé adentro cincuenta y ocho besos para vos. El padre alzó a la niña y le suplicó que perdonara su ceguera y su ignorancia. Dicen que el hombre guardó para siempre la caja debajo de su cama y que siempre que se sentía derrumbado, abría la caja y tomaba de ella un beso de su hija. Esto lo ayudaba a recuperar la conciencia de lo que era importante y de lo que sólo eran tonterías.