Gonzalo Jiménez Martín – 6º
En un 24 de diciembre como otro cualquiera, mientras todos los niños ayudaban en sus casas para la Nochebuena, Pedro, de 7 años de edad, pelo rubio, ojos negros como el azabache y unas piernas de alambre, trabajaba en la joyería de Don Manuel para ayudar con el mantenimiento de su casa.
Don Manuel era un joyero de mucho dinero y un carácter frío y solitario. También era un hombre sin familia, a quien solamente le importaba el dinero y miraba a Pedro como un simple trabajador, no como un niño.
Era Navidad y Pedro quería retirarse temprano del trabajo para comprar algunas cosas para la cena y ayudar a su mamá. Mirando por la ventana como algunos niños jugaban, Pedro escuchó un grito que le hizo temblar:
-¡Pedro!, -gritó Don Manuel.
-Si señor, -respondió él.
- ¿Qué haces mirando por la ventana? Aún no has terminado tu trabajo.
-¡Hoy es Navidad! hoy es el cumpleaños del Niño Jesús, hoy es un día muy especial - contestó Pedro:
-¡Pues a mí no me importa! - ¿Crees que hoy vas a poder escaparte más temprano de tu trabajo? -replicó Don Manuel.
- Pero Don Manuel..., hoy quería comprar algunas cosas para la cena de Navidad - suplicó el niño.
-¿Para la cena de Navidad? - se burló el joyero -Tú lo único que quieres es escaparte más temprano. Hoy es un día común y corriente; mejor sigue trabajando si quieres mantener tu empleo.
-Sí, Don Manuel -contestó Pedro muy triste.
El niño continuó trabajando, con lágrimas en los ojos. Su corazón estaba muy triste y angustiado y temía que Don Manuel no lo dejase pasar la Navidad junto a su familia.
Poco después, Don Manuel, inesperadamente, gritó tan fuerte que casi se le sale el corazón a Pedro.
-¡Pedro, Pedro ven! - gritaba el joyero sorprendido.
- Don Manuel -¿qué le pasa? - preguntó Pedro que vio como Don Manuel se abrazaba a él.
-¡Has tenido una hermanita!
Pedro se quedo boquiabierto por la magnífica sorpresa.
-¡Eso es imposible! - gritó Pedro.
-¿Me estás tratando de mentiroso? - exclamó el anciano.
-No, Don Manuel, disculpe... no quise decir eso.
Don Manuel estaba dando saltos de alegría, pero en el fondo estaba triste porque él también quiso tener un hermano pero sus padres murieron en un accidente de coche cuando era pequeño. Don Manuel llamó al niño y le dijo:
-Pedro, ¿te importaría que hoy yo durmiera en tu casa para conocer a tu hermanita?
-¡Claro que puede dormir en mi casa porque donde caben 3 también caben 4!
Don Manuel no le quería confesar que estaba triste porque le vino a la cabeza la muerte de sus padres y no quería ir a casa solo. Además estaba emocionado por la respuesta de Pedro, ya que nunca lo invitaban.
Cuando llegaron a la casa de Pedro, Don Manuel se quedó muy impresionado porque en esa humilde casa había mucha alegría y generosidad.
Don Manuel sonrió como nunca lo había hecho, se dio cuenta que nunca había tenido una Navidad y ahora la compartía con una familia muy sencilla y amable.
Sus mejillas, rojizas y pálidas, se sonrojaron aún más y sobre ellas caían muchas lágrimas de la emoción y felicidad que sentía.
Al final de la noche, la hermana de Pedro que era gordita, con unos ojos verdes como dos vastos campos y una sonrisa picarona, se atrevió a darle un abrazo a Don Manuel.
Ese día Papa Noel trajo muchos regalos, para la recién nacida, para su hermano y para Don Manuel.